Me apetece gritar, gritar fuerte, tan fuerte como para romper un cristal, como para que se me rompa la campanilla de tanto hacerla vibrar.
Me hace gracia todo lo que pasa a mi alrededor, parece tan subreal que ya no sé como tomarmelo, báh es mejor dejarlo perdido en el olvido y no darle más importancia de la que tiene.
Pero es casi imposible hacerlo, ya que los imposibles no existen.
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